Duración: 99 Minutos
Dirección: Ryan Kruger
Guión: Ryan Kruger
James C. Williamson
Protagonistas: Gary Green
Chanelle de Jager
Brett Williams
Fried Barry es una película "de género" basada en el corto experimental del mismo nombre que tuvo un recorrido exitoso por distintos festivales del mundo. La cinta sudafricana se está exhibiendo actualmente en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Representa la ópera prima de Ryan Kruger, que anteriormente había dirigido distintos videoclips para artistas sudafricanos.
Este año, con todas las malas noticias que generó la pandemia tuvimos algo positivo para la cinefilia: festivales exclusivos como el de Mar del Plata u otros más pequeños como el Festifreak o el Buenos Aires Rojo Sangre se volvieron de fácil acceso para todo público. Mi experiencia en ellos previo a la pandemia era limitada: recuerdo haber asistido únicamente al Shnit o a la MICGénero, en esos nostálgicos momentos donde el curso de la vida transcurría mediante la presencialidad.
Parafraseando a la madre de Forrest Gump, los festivales son como una caja de bombones: nunca sabes lo que te puede tocar. Por ese motivo podemos encontrar cosas frescas, y cosas que huelen más a cajón que a fruta -si me perdonan la expresión-. Afortunadamente Fried Barry se encuentra del lado de la fruta.
Las óperas primas pueden tener una energía y originalidad muy particular o simplemente ser un plagio de algún director de moda. Y si hay algo que tiene la película de Kruger es una extrañeza muy particular, similar a la presencia física de su protagonista, Gary Green -que tiene un buen trabajo, teniendo en cuenta que es su primer rol protagónico-.
Crank (2006, Neveldine/Taylor) o Hardcore Henry (2016, Ilya Naishuller) son quizás algunas de las pocas películas que tienen algo en común con este road trip alucinatorio.
Junto a Barry vamos persiguiendo una gran cantidad de experiencias, las cuales en su gran mayoría son tabús. Así tenemos sexo, drogas & rock and roll (en realidad, más que nada, una alucinante música electrónica compuesta por Haezer). Estas cuestiones y el hecho de que sea una película "de género" la convierten en una cinta festivalera -y con un público acotado- por excelencia.
Para realizar el viaje junto a Barry la fotografía (Gareth Place) se convierte en un elemento esencial y se presenta magníficamente estilizada: tenemos luces de neón azules, rojas, verdes y azules y primeros planos con grandes angulares que deforman levemente los rostros.
¿Por qué es tan interesante la fotografía en este caso? Porque no es un mero manierismo, ayuda a contar la historia de alguien que es secuestrado por aliens, y en su joy ride abusa de sustancias.
La estructura lineal de la historia obliga a la película de Kruger a tomar decisiones narrativas medianamente predecibles, lo que sin embargo no obstruye o dificulta su visionado.
No obstante, el quid de la cuestión no está tanto en la historia, sino en el personaje. Lo que hace a la película sudafricana tan interesante es Barry (Gary Green), aunque no el Barry original, sino el Barry alienígena.
Él está dotado de más humanidad que buena parte de la gente que se cruza, y posee cierta indefensión al -prácticamente- no saber usar el lenguaje. Además es un misfit, sensación que probablemente hayamos tenidos todes en algún punto de nuestra vida.
Fried Barry es uno de esos encuentros inesperados que te alegran el día, o quizás la semana, tal como encontrarte con un viejo amigo o amiga.
Mi Calificación: 7 (siete) Buena
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