Invitame un cafecito

Invitame un café en cafecito.app

Vistas a la página totales

domingo, 30 de septiembre de 2018

Y abrázame (2017): 

Duración: 67 Minutos
Dirección: Javier Rao (Ópera Prima)
Guión: Javier Rao
Julián Settón
Protagonistas: Joaquín Sánchez (Película Debut)
Pablo Sigal (Hermia & Helena, La Caja Vacía, La omisión) 
Rocío Muñoz (Ángel o Demonio, All roads leads to Rome, Un passo dal cielo)


Ficha en IMDb
Ficha en FilmAffinity

Película argentina de terror que anduvo por festivales como el SITGES, y el BAFICI, ambientada en el conurbano bonaerense.


En la primera escena de la película no es quizás tan relevante lo que vemos, sino lo que escuchamos. Joaco (Joaquín Sánchez), nuestro protagonista, está con auriculares cortando el pasto. Nosotres, como espectadores, no sólo escuchamos el ruido de la cortadora, sino también la música. Esto nos lleva a una primera suposición sobre el énfasis en la subjetividad del protagonista, la cual efectivamente va a ser explotada a través de ocularizaciones internas secundarias, y auricularizaciones internas primarias. El sonido (Mercedes Gaviria, Rodrigo Sánchez Mariño y Sofía Montes) está muy bien trabajado. Aunque exagerado a veces, aumenta la espacialidad del entorno mediante un acertado uso del fuera de campo. La música (Joaquín Sanchez, Gregorio Gonzalez) comparte esa función, generando además el necesario desconcierto y tensión.


Quizás no tan pulcra como el sonido es la fotografía (Artur Vestein), que sin embargo nos regala un buen uso de luces artificiales, oscuridad, y planos "sucios".
 Omitiendo esa fijación por lo técnico, podemos decir que el factor inconsciente que provoca el film no solamente es aterrador, sino que tiene una atmósfera onírica salvaje. Personalmente, considero muy valorable que la historia no refiera en ningún momento al tradicional imaginario católico del género en que está enmarcada, lo que le da una mitología bastante personal y hasta geográficamente localizable.


Podemos decir que Y, abrázame, la ópera prima de Javier Rao, resulta bastante virtuosa, y esas virtudes también se reflejan en el elenco, donde destacan Querelle Delage y Rocío Muñoz
No habiendo visto mucho cine argentino de terror, quizás por algún prejuicio, o lo complejo que resulta acceder al mismo, puedo decir -tímidamente- que el camino de la cinta de Rao no sólo es muy respetable, sino que tiene una personalidad misteriosa y atractiva. 

Mi Calificación: 7 (siete) Buena

jueves, 20 de septiembre de 2018

La Casa con un Reloj en sus Paredes (2018): 
-The House with a Clock in Its Walls-

Duración: 104 Minutos
Dirección: Eli Roth (Hostel I,II; Caníbales; Knock Knock)
Guión: Eric Kripke 
Protagonistas: Owen Baccaro (Guerra de Papás I, II; Enredadas... pero felices!; Fun Mom Dinner)
Jack Black (Escuela de Rock, King Kong, Escalofríos)
Cate Blanchett




Resulta curioso y quizás interesante tener a un director especialista en Horror, una ganadora del Oscar, un actor cómico -para poner un rótulo- y un actor de cine independiente (Kyle MacLachlan) juntos en una película fantástica. Así de heterodoxa es la película basada en la novela homónima de John Bellairs, publicada hace 45 años.


La fantasía es aquel elemento mágico que nos recuerda a la niñez, y quizás no terminamos de perder completamente aún siendo adultos. Mientras miraba la película se me venía a la cabeza la función de talismán de ciertas pinturas en los inicios de la civilización. Quizás sea aquel elemento, que al no poder ser racionalizado y tampoco rechazado pervive en un nuestro inconsciente. Ese aspecto es el que explota acertadamente La Casa con un Reloj en sus Paredes que, a pesar de algún exabrupto, es sorprendentemente verosímil -se sobrentiende que hay que tener presente cierta denegación, entendida como concesión del espacio como real-.
Varios elementos contribuyen a ese "realismo mágico"  pero principalmente están orientados en lo refinado de su estética. El diseño de producción (Jon Hutman) como el trabajo de arte (Andres Cubillan y Walter P. Martishius) son sencillamente un deleite.
Mientras que no quedan atrás en esa estética son el peinado (Melizah Anguiano Wheat) y maquillaje (Fleur Morell), como el diseño de vestuario (Marlene Stewart).


Desafortunadamente, no todo es magia en la cinta de Eli Roth, ya que uno de los personajes centrales, Lewis Barnavelt (Owen Baccaro) resulta bastante estereotipado, mientras que Jack Black retoma su papel de excéntrico (como Jonathan Barnavelt), y Cate Blanchett tiene un buen trabajo en un rol que sin embargo le exige poco.
El ritmo narrativo, con la clásica estructura del descubrimiento y el gran enfrentamiento final, resulta lento para una duración relativamente corta. Estas cuestiones, a pesar de todo, no parecen condenar la solidez de ciertos aspectos mencionados, que se suman a una buena dosis cómica, e irónica.


La heterogeneidad de elementos de The House with a Clock in Its Walls, me recuerda a lo que le da a Meet Me in Saint Louis (1944) su distinción: siendo un musical tiene escenas de terror o suspenso. La mezcla de elementos cómicos, de suspenso, y hasta de terror le da al film una característica pintoresca, además de tener la venia del público.

Mi Calificación: 6 (seis) Buena

jueves, 6 de septiembre de 2018

El Último Hombre (2018):
-The Last Man-

Duración: 100 Minutos
Dirección: Rodrigo H. Vila (El Mismo Amor, los mismos derechos; Mercedes Sosa: La Voz de Latinoamérica; Boca Juniors 3D, la película)
Guión: Rodrigo H. Vila
Gustavo Lencina
Protagonistas: Hayden Christensen (Star Wars I, II, III; Construyendo la Vida; Jumper)
Harvey Keitel
Liz Solari (Mala, Amapola, Permitidos) 


Ficha en Wikipedia
Ficha en IMDb

Thriller post-apocalíptico producido por Argentina, Canadá y Estados Unidos. Con un elenco increíblemente heterodoxo, la película iba a tener como protagonista a Luisana Lopilato, pero fue reemplazada por Liz Solari.


Probablemente El Último Hombre sea uno de los proyectos más atípicos de un cine argentino que se está sabiendo aggiornar muy bien al modo de consumo actual. Esto se ve reflejado en su importante explotación y promoción de thrillers -tristemente con más presupuesto privado, por el desfinanciamiento del INCAA- y su cantidad de películas rápidamente disponibles en Netflix y otras plataformas digitales.
Nunca nuestro cine rehusó a las coproducciones, que generalmente son con España y traen a prestigiosos actores del país, pero hay que buscar más detalladamente para encontrar actores estadounidenses en una producción nacional, tal es el caso de La Cordillera (2017), por ejemplo -una colaboración llamativa también podría ser la del actor francés Gérard Depardieu en Sólo se vive una vez (2017)-.
En fin, podría pensarse que con tan interesante elenco plurinacional -cabe destacar además de les ya mencionades a Rafael Spregelburd-  no deberíamos preocuparnos por las performances. Pero, este no es el caso, trístemente. No sé si será por lo estereotipado de los personajes o por otro motivo, pero sinceramente las actuaciones son mediocres. Es rescatable el trabajo de Liz Solari, sin embargo, como Jessica.


Los personajes estereotipados vienen de la mano de un guión bastante extraño: hay escenas que por la forma en que están resueltas confieren cierta desconexión entre sí. Los diálogos son machistas y homofóbicos,  además de tener esa muy poca armónica combinación entre inglés y un argentino pseudo mexicano.
Soy, a pesar de todo, alguien optimista respecto a estos proyectos. Y, en sí misma, la película genera cierto optimismo gracias a una buena estética y producción. La fotografía (Daniel Ortega), si bien con reminiscencias a Sin City (2005), tiene un estilo personal logrado, y, junto al diseño de producción (Maximiliano Patko), logran generar una atmósfera bastante opresiva y oscura, la cual nos dice: no hay escapatoria. Ese tono nihilista lo logra también el guión, a pesar de ser bastante irregular.


Para tratar de cerrar esta crítica, tengo que decir que la recepción en sala, por parte de la prensa, fue bastante particular. Circularon ciertas risas irónicas, cosa que es entendible por como cierra la película y por la mencionada mezcla de idiomas.
Yo, no obstante, decido quedarme con lo bien intencionado del proyecto. Si bien hay cientos de películas post-apocalípticas, no hay tantas argentinas. Es sin dudas rescatable el gran y heterodoxo elenco, la producción y el trabajo estético.
Concluyendo, El Último Hombre es una apuesta arriesgada, y quizás un poco más ambiciosa de lo que mostraban sus posibilidades, pero su intención es más que respetable y todo género que evite caer en los thrillers o comedias -a las cuales no objeto nada- nacionales debe ser respaldado.

Mi Calificación: 5 (cinco) Regular