Doble Función #7: Blood & Babes
Si bien, posiblemente estemos inclinados a creer que la Hammer nació a finales de los 50, la realidad es que se fundó en 1934. Claro que en esa década no fue muy trascendente, dado que produjo solamente cinco películas, y ninguna de terror. Digamos también que durante ese período estaba pululando un señor de bigotito como el de Chaplin, pero que no era gracioso. Por lo que hacer películas en Inglaterra en ese momento quizás era un poco difícil. De esa década no hay demasiado para destacar, pero hicieron una película con el querido Béla Lugosi, The Mistery of the Mary Celeste, y otra con un protagonista afroamericano, titulada Song of Freedom ¿Por qué me parece importante destacar esta película? Porque estábamos en un periodo donde el racismo estaba en auge.
Un año después de esta película, la Hammer se declararía en bancarrota y no sería hasta dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, que volvería a producir películas. Aquí ya bajo la dirección del querido James Carreras.
Hasta 1955 no existía tal cosa como el terror en la Hammer: estamos hablando de thrillers, películas de espías y algún noir. Todo de bajo presupuesto. También se encargaba de la distribución de algunas películas. Sin embargo, si encontramos algunas cosas positivas durante los 50’: se compra Bray Studios (dónde se filmaron varios de los clásicos) y se contrata al queridísimo Terence Fisher. A él le debemos tres películas de Drácula, cinco de Frankenstein -entre ellas la maravillosa The Curse of Frankenstein, The Mummy y The Curse of the Werewolf. Si, más prolífico que Antonio Ríos (?). En este punto probablemente te estés preguntando… ¿Qué pasó en 1955?
Ese año se adapta al cine The Quatermass Experiment de Nigel Kneale, que había sido un serial televisivo producido por la BBC. Aquí la Hammer fue inteligente: el serial ya había sido un éxito y, casi por transición, la película titulada “The Quatermass Xperiment” también lo sería. Teníamos un film de ciencia ficción y terror al que le había ido bien, por lo que la Hammer olió guita y dijo: esta es la mía. Es por eso que luego tendríamos una película “similar”: X: The Uknown (Norman & Losey, 1956) y la continuación de Quatermass. Esta última, titulada -de forma poco inspirada- Quatermass 2 (Guest, 1957).
Superada la primera prueba, había que buscar cosas para adaptar. Había una novela, en dominio público, a mano y una “franquicia” que no estaba siendo aprovechada. Estamos hablando de los Monstruos de la Universal, serie de películas que habían sido bastante populares durante las décadas pasadas. Con Frankenstein no había mucho problema porque la novela era de dominio público, aunque si hubo amenazas de la Universal. La imagen clásica del monstruo, con los tornillos en los costados y su tan particulares facciones -creadas por el increíble Jack Pierce-, eran propiedad del estudio.
En 1957 tenemos The Curse of Frankenstein, la primera con Cushing y Lee juntos. Cuenta la leyenda que el segundo se quejó de no tener diálogos y el primero le dijo que con el guión que tenían era mejor no tenerlos. Esa charla sería el comienzo de una bonita amistad que duró más de 30 años. Pero no nos desviemos… Ya para 1958 la Hammer apuntaba a Drácula, y ahí sí tuvo que arreglar con Universal. Te spoileo (?) que todo salió bien y que gracias a eso tuvimos la hermosa Dracula de Terence Fisher, entre tantas otras películas de terror.
La fórmula de la Hammer pudo seguir con relativo éxito durante los sesenta, hasta que a fines de la década se igualó lo de “blood and babes” en el nuevo continente: para fines de los sesenta teníamos la masificación del sexo y la violencia en el cine de Estados Unidos gracias al New Hollywood. La Hammer intentó reaccionar a estos cambios con lo que, para mí, fue un manotazo de ahogado: le agregó un poco más de sexo a sus películas y trató de “rejuvenecer” el material con el que trabajaba.
Al público ya no lo interesaba el terror gótico, que tan bien se le había dado a los británicos. Para los setenta ya no había demasiado que hacer, y sinceramente las películas de esa década parecían de los cincuenta, pero filmadas en el Londres contemporáneo. La realidad es que la Hammer ya no podía competir con el terror estadounidense. Para 1974 ya estaba en sus últimas, aunque la historia filmara su certificado de defunción en 1979. Pensemos que 1974 es el año en que se estrenaba La Masacre de Texas al otro lado del atlántico. Frente a esta película o a Last House on the Left (Craven, 1972) las películas de la productora británica parecían bastante ingenuas...
Tendrían que pasar 30 años para que fuera posible desenterrar a la compañía. Y, gracias a esto tenemos películas como la muy interesante Let me in (Reeves, 2010), la aceptable The Woman in Black (Watkins, 2012) o una que tengo pendiente: The Lodge (2019), de Veronika Franz y Severin Fiala. Podemos decir que la cosa tuvo un final feliz (?).
Dracula probablemente sea la mejor de la productora británica, primero que nada, porque tiene a un gran director como fue Fisher. Acá tenemos una versión renovada de lo que había hecho Browning 27 años atrás. Tenemos varios cambios en la historia, y a un Dracula más seductor. También tenemos la novedad de que los ojos se le tornan rojos en presencia de sangre.
Los hermosos colores de la Hammer brillan gracias al vestuario y diseño de producción, que son de lo mejor de la película. Pero también no podemos olvidarnos de la química entre Lee y Cushing. La película funciona por varias razones, como por su particular gusto por un gótico reinventado y sexy, pero también por las escenas dentro del castillo, que dan una sensación de claustrofobia muy particular. Christopher Lee, que tiene muy poco tiempo en pantalla, tiene una presencia imponente, y esta versión de Dracula es una de las primeras en vincular el vampirismo con la sexualidad de forma “explícita”.
En el caso de Dracula AD 1972 nos encontramos en otro mundo, tanto dentro de la película como fuera. La película se permite un salto temporal de -aproximadamente- 90 años y, en una de las primeras escenas, tenemos a una banda de rock tocando en la casa de una familia aristocrática que se escandaliza por eso. Sinceramente, la Hammer, en ese momento, parecía estar más cerca de esa familia aristocrática que de la banda de rock. No se escandalizaba, pero le tocaba jugar en un mercado que no entendía demasiado. Ya habían pasado cuatro años de Night of the Living Dead, para poner un ejemplo. Aquí tenemos hippies, clubes nocturnos, y un poco de rock and roll. Ver a actores que solían trabajar en producciones góticas en unos años setenta que no lo parecen demasiado es un poco extraño, pero Cushing –muy atlético por cierto- y Lee hacen de tripas corazón ¿Es una gran película? No creo… Pero la disfruté bastante. De hecho, tiene una escena de invocación satánica que incluso me llegó a asustar. Quizás haya que entenderla como un producto de su época y disfrutarla, pero vos decidirás qué hacer con ella.
¿Qué podemos sacar en limpio de estas películas? Podemos ver una “actualización” de la Hammer. Pasamos del Castillo a una Iglesia abandonada y de los carruajes a los autos. Afortunadamente tenemos a los mismos actores. También podemos concluir que ya no había “country for the old men”. No obstante, el ocaso de la productora no evitó que hiciera dos de sus películas más extrañas: The Legend of the 7 Golden Vampires y Shatter, ambas coproducidas con la hongkonesa Shaw. Dicho sea de paso, The Legend fue mi película número 50 de Vampiros y cuenta con el plus (?) de tener kung-fu. Dicho sea de paso, hay otra relación entre las películas: ambas son referenciadas en la miniserie Dracula (Gatiss & Moffat, 2020). A este "nuevo" Dracula también se le ponen los ojos rojos en vista de sangre y, en el tercer capítulo, tenemos a la Doctora Van Helsing reposando en la habitación AD 72. Esto quiere decir que, en mayor o menor medida, ambas dejaron un legado.
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