Homenaje
a Pino Solanas:
En este artículo de salida tardía (a dos meses de su fallecimiento), voy a intentar mostrar las distintas facetas de Fernando Ezequiel Solanas: tanto su trabajo como director –y sus etapas- como su compromiso político, cultural y ecológico. Más que nada voy a citar artículos sobre el cineasta, que dan cuenta de su carácter renacentista. Para cerrar, vamos a tratar de entender a Pino mediante su palabra.
Mi
acercamiento al cine de Pino fue hace más de diez años cuando vi Sur (1988). Al haberla visto hace tanto
tiempo casi no me quedan recuerdos, pero si me pareció –incluso siendo un
tierno adolescente con un interés moderado en el cine- que era una película que
retrataba muy bien la sensación de desesperación que debía generar la
desaparición de un conocido, sea pareja, familia o amigue, durante la
dictadura.Me acordaba
de Rosi Echegoyen preguntando por el paradero de Floreal en una comisaría.
Más
adelante tuve la oportunidad de dar una lista de posibles invitados para un
programa en el que trabajé: allí incluí a Pino,
pero por cuestiones políticas no pude tener la oportunidad de entrevistarlo.
Así, mi
siguiente acercamiento fue luego de la triste noticia de su fallecimiento.
Gracias al homenaje que le realizaron en el 35° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata pude acceder a
su filmografía en la calidad con que merecía ser vista. Pude ver La Hora de los Hornos (1968), película
con la que tengo mis diferencias pero de la cual no puedo negar su calidad
fotográfica y su espíritu generador de debates.
Por otro
lado quedé completamente encantado con El
Exilio de Gardel (1985): tenía un je
ne sais quoi muy nuestro, y si bien pocas veces salí del país, entendía
perfectamente esa sensación de desarraigo retratada en la película. Es de esas cintas
que te conmueven inmensamente y te ponen la piel de gallina, y no sólo eso: la
fotografía como las escenas de baile son bellísimas. Punto y aparte para lo
entrañables que son los personajes.
Probablemente
conozcan a Fernando Martín Peña por
su trabajo en Filmoteca, y si lo siguen saben que hizo el documental Cómo
se hizo El Exilio de Gardel (2010). Así que es
una de las personas idóneas para analizar la filmografía del cineasta.
Peña divide
el cine de Pino en tres etapas:
1- El cine
militante:
“Como todos
los realizadores militantes que salieron a pelearle terreno simbólico a la
dictadura de Onganía, Pino fue un hombre del primer Nuevo Cine Argentino, es
decir, de la Generación del 60 (…) Así La hora de los hornos (1966-1968)
inauguró el cine militante, que por su voluntad de contrainformar tenía que ser
clandestino y que se vinculó con las organizaciones políticas proscriptas para
su difusión. El mismo camino eligieron después Gerardo Vallejo, Jorge Cedrón,
Raymundo Gleyzer, Pablo Szir y otros realizadores anónimos”.
2- El cine
intimista: se desarrolla durante el exilio de Pino en Europa con La Mirada
de los Otros (1980) y según Peña
se caracteriza por ser “una etapa más personal y reflexiva que sigue con El exilio de Gardel (1985) y Sur (1988), dos filmes complementarios,
uno sobre los que se fueron y otro sobre los que se quedaron”. Esta etapa
terminaría con La Nube (1998).
3- El
tercer cine: a esta etapa Peña no le puso nombre, pero señala que:
“tuvo una
primera manifestación visible en 2004 con Memorias del saqueo pero en realidad
se inició con la catástrofe política, económica y social que estalló en
diciembre 2001 (…) Pino sintió la necesidad de salir a la calle a registrar lo
que pasaba (…) se armó una isla de edición en su casa y realizó siete
documentales que componen una mirada poliédrica sobre las consecuencias de las
políticas neoliberales, incluyendo las que implicaron la devastación de la red
ferroviaria argentina durante el menemismo (La próxima estación) y las que
impactan sobre el medio ambiente en todos los gobiernos (Oro impuro, La guerra
del fracking, Viaje a los pueblos fumigados)”.
Hay que
señalar que las denuncias de Solanas
contra menemismo le hicieron sufrir un atentado: dos desconocidos le balearon
las piernas tres días después de sus declaraciones contra Menem. Esa cuestión
no pareció amedrentarlo porque en 2008 sacó el documental “La Próxima Estación”
sobre el desguace de la red ferroviaria en los noventa. Particularmente
no puedo decir mucho sobre esa última etapa de la filmografía de Pino porque la tengo pendiente, aunque
sí recuerdo haber escuchado nombrarse bastante “Viaje a los pueblos fumigados”. No obstante, puedo decir que aquí
se puede ver una vuelta al documentalismo: todas sus películas de este siglo
son documentales. Y lo que más quería destacar es que muestra una de sus facetas:
la ecológica.
Vale la
pena señalar que Peña menciona a las
últimas dos películas de Pino como “de otro orden”. Allí tendríamos a El Legado (2016) y a la aún sin
estrenar Tres a la deriva que según
uno de los protagonistas, Luis Felipe
Noé –padre de Gaspar Noé, quien trabajaría como asistente de dirección en Sur,
y luego haría una muy intetersante carrera como cineasta en Francia- se
estranará cuando termine la pandemia.
Como ya
señalé con anterioridad, tengo mis diferencias con La Hora de los Hornos (1968), lo que no significa que no deje de
ser un documento histórico relevante y bien filmado. También que hay que decir
que cumple la función a la cual estaba destinada: informar, provocar y generar
un debate –después veremos la visión de Pino
sobre su cine-. Yo
considero a El exilio de Gardel como
una especie de cristalización de su primera etapa. Aquí puede hablar de
política mediante la catarsis y mostrar una sensibilidad inusitada, mismo pasa
con lo poco que recuerdo de Sur.
Ahora me
gustaría pensar otra de sus facetas: la que llamaré pro-derechos. El 2018 fue
el año donde se estaba gestando uno de los más increíbles movimientos de mujeres
de este siglo: la marea verde. En ese momento Pino tenía 82 años. Gran parte
del movimiento al que pertenecía Solanas
fue tímido respecto a la lucha por el aborto, o incluso votó contra los
derechos de las mujeres. A Pino no le tembló el pulso y dio un gran discurso
–incluso ya sabiéndose que la ley no iba a poder ser aprobada-:
“Hoy no es
una derrota, se lo digo a las chicas que están afuera. Es un triunfo monumental.
Hemos logrado colocar el tema en el debate nacional (…) Hablo en
nombre de una Argentina que quiere acabar con todos los miedos y que no quiere
una juventud reprimida. Ahí está esa gloriosa juventud en las calles: una
oleada verde de chicas que está luchando por el reconocimiento igualitario de
sus derechos (…) Por qué tenemos miedo de decir el derecho a gozar, de la vida,
y de sus cuerpos. Lamento
profundamente que en todos los debates que he escuchado hubo un gran ausente:
la mujer. Era un objeto descartado, la mujer." (El histórico discurso de Pino Solanas enel debate por el aborto que se hizo viral: “Será Ley, contra viento y marea”).
¿Aquí estoy
hablando únicamente de política y no de cine? No, porque según creo todas las
facetas de Pino se pueden abordar desde el cine: un año después de ese emotivo
discurso produjo “Que sea Ley” (Juan Solanas, 2019). Que tiene una hermosa
reseña de Fernanda Solórzano:
Me habría
gustado en esta parte del artículo citar algunos testimonios sobre el cineasta
y político argentino, pero por cuestiones de espacio me quedaré con uno sólo de
un colega suyo que muestra otra de sus facetas: su promoción de la cultura.
“LUIS PUENZO. Director,
guionista y presidente del Incaa.
Contábamos con
él, online, en Mar del Plata, para celebrar la Ley de Cine. Para que los más
jóvenes pudieran escuchar, en sus propias palabras, cómo fue esa aventura.
Cuando era diputado, como ahora embajador ante la Unesco, nunca dejó de lado a
su primer amor”. (Pino en los corazones. Caras y Caretas).
Como
bien se intuye por el comentario del director de la valientísima La Historia
Oficial (1985), Pino fue uno de los impulsores de esta ley. Era diputado y
presidente de la comisión de Cultura de diputados cuando se sancionó la ley 17.741 en
1994.Esta
generó la quintuplicación del presupuesto “del Fondo de Fomento, destinado al
subsidio de películas nacionales, con la incorporación del Subsidio por otros
Medios de Exhibición (por medios electrónicos)”. (El cine ha muerto. ¡Largavida al cine! El Plan de Fomento del INCAA ante el desarrollo de la tecnología HD).
Ya deberíamos enfocarnos en el análisis crítico de la obra fílmica
de Pino, yo no soy un gran experto
de su obra, pero si he leído varios artículos que la analizan, gracias a les
chiques de Las Veredas. De los varios artículos
interesantes que leí decidí quedarme un fragmento de “Solanas: huérfanos a contrapelo” de Iván Pinto:
"Las
imágenes de Solanas nos remiten a un pasado y presente incómodo de asumir,
acaso desde el lugar de quien no teme enunciar, mostrar y demostrar, otorgando
prioridad al análisis de los conflictos sociales, la retórica elocuente del
proyecto y la búsqueda de 'dar voz' al pueblo que padece de los excesos de
injusticia. Con un
celoso juicio partidario, pero cuidando no dejar de lado la universalidad del
proyecto social que defiende, el cine del último Solanas gana urgencia y
posición política, ahí donde el cine contemporáneo ha desechado por completo
esa necesidad de inteligibilidad que aparece en la más alta 'hora de los
hornos'”.
Probablemente
inspirado por la visión de Solanas
sobre su propio cine, Iván Pinto hace un interesante análisis de la urgencia de
la obra del autor. Algo que me parece importante señalar es que Pino nunca perdió su norte respecto a
sus proyectos cinematográficos y su trabajo como su ideología se fue renovando.
Nunca perdió vigencia. También en
esa cita habla sobre la valentía, rasgo del cineasta que ya había mencionado. Otra muestra de ese temple de su carácter es que La Hora de los Hornos se filmó durante el onganiato y se proyectaba
de forma clandestina en círculos de militantes. En
pocas palabras era una época de brutal represión, como bien lo evidenció La Noche de los Bastones Largos.
Veamos
ahora como el propio Pino veía su
cine, mediante fragmentos de su entrevista con Jean-Luc Godard (Godard por Solanas, Solanas por Godard)
Sobre La Hora de los Hornos (1968) dijo lo
siguiente:
“La
Hora de los Hornos es también, un film-acto, un anti-espectáculo, porque se
niega como cine y se abre al público para su debate, discusión y desarrollo.
Las proyecciones se convierten en espacios de liberación, en “actos” donde el
hombre toma conciencia de su situación y de la necesidad de una praxis más
profunda para cambiar esa situación”.
La Hora de los Hornos fue pensada para ser vista y
debatida, lo que marca su tan particular timing.
Hay que señalar que tiene tres partes (“Neocolonialismo
y violencia”, “Acto para la
liberación” y “Violencia y
Liberación”) y cuatro horas y veinte
de duración. Yo me le animé solamente a la primera parte, que fue exhibida en
el Festival Internacional de Cine de Mar
del Plata. En este
fragmento entendemos que Solanas está buscando su propia forma de hacer cine,
separándose de la tradición cinematográfica neocolonial -¿existirá tal cosa?- y
pensando al séptimo arte como un medio para la praxis. Más
adelante, en esta interesante entrevista, Godard ni lerdo ni perezoso le
pregunta para qué sirve el cine. Esa pregunta podría desarmar a cualquier
persona, pero aquí Pino da una elegante y lúcida respuesta:
“En primer lugar, transmitir la información que no tenemos.
Los medios de comunicación, los aparatos de la cultura, están en manos o
controlados por el sistema. La información que se difunde es aquella que al
sistema le interesa. El papel de un cine de liberación es sobre todo, elaborar y
difundir nuestra información (…) Es un cine hecho para este combate (…) el llamado cine de masas, sólo transmite aquello que el
sistema le permite, es decir, se convierte en un instrumento más de evasión o
mistificación. El cine de liberación en cambio llega en esta etapa a grupos
menores, pero llega en profundidad. Llega con la verdad. Más vale transmitir
ideas que ayuden a liberar a un solo hombre, que contribuir a la colonización
masiva del pueblo.”
Probablemente lo que más me gusta de la cita es la
autoconciencia de la limitada llegada de su cine y del cine militante en
general. Así, señala que se conformaría con generar una transformación profunda
en un solo espectador, lo que es una buena manera de entender el convencimiento
que tenía en su proyecto. La idea de producir medios no hegemónicos para transmitir
información me parece bastante brillante –generar contrainformación-, y su
crítica cuasi adorniana de la industria cultural le da vigencia a su
pensamiento incluso habiendo pasado más de cincuenta años de su entrevista con
Godard.
A modo de
conclusión puedo decir que encontré las siguientes facetas de Pino: la
ecológica, la pro-derechos, la de promoción cultural y la estético-política de
su filmografía. Increíblemente su cine engloba todas esas facetas. ¿Por qué
hablo de su cine como estético-político? Porque aún
queriendo dejar de lado la estética en su cine militante La Hora de los Hornos es una película bella. Después
porque como he señalado anteriormente, su segunda etapa logra cristalizar
reclamos políticos a través de la catarsis. En El exilio de Gardel (1985) tenemos un musical con tango, y una
sensación de nostalgia, impotencia y desarraigo que conmueve hasta las
lágrimas.
El cine de Pino fue reconocido a nivel mundial en
lugares tales como el Festival de Cannes,
el Festival Internacional de Berlín
y el Festival de Cine de La Habana
entre otros. Habiendo escrito este artículo me quedo con la inabarcabilidad de
su obra que, sin embargo, debe ser estudiada y reflexionada. Es todavía
temprano para que podamos ser conscientes de la pérdida que representó el fallecimiento del cineasta para el cine nacional e internacional, pero una buena forma de apreciar
su legado es hablando, debatiendo y escribiendo sobre su cine. Aunque quizás lo
central sea el compartirlo, porque está hecho para eso.