Doble Función #3: PRIDE
Hoy vamos a hablar del elefante en la habitación. Si me siguen en Instagram seguramente habrán notado la poca cantidad de contenido LGBT+ que he subido durante este mes, a pesar que la temática me toca a nivel personal. Probablemente haya dos motivos para eso: primero que la Marcha del Orgullo en Argentina se celebra en Noviembre, y segundo porque las marcas explotan este mes para vender cosas con arcoíris y cambian sus logos para poner al susodicho cuando en su vida contrataron a una persona de la comunidad.
Pero bueno, dejemos mis ranteos para otro momento (?). A pesar de estas cosas, siempre es posible aprovechar determinadas fechas para generar un contenido realmente interesante para quienes me leen, escuchan o ven. Por eso, aunque prometí hablar de noir y spaghetti western, vamos a aprovechar la entrega de hoy para hacer un paréntesis y hablar de dos películas, si bien conocidas, diferentes.
Películas (realmente) LGBT+:
Para empezar, me parece interesante mencionar por qué en Argentina se celebra la Marcha del Orgullo en Noviembre. Esto nos lleva a 1967, dos antes a la Revuelta de Stonewall, y a la época del onganiato en Argentina, una de las dictaduras más salvajes del país. En Gerli, Provincia de Buenos Aires, se fundaba el movimiento “Nuestro Mundo”, conocido como el primer “intento de organización homosexual en Argentina”. Sin embargo, no quiero profundizar demasiado al respecto, porque Sexo y Revolución de Ernesto Ardito trata muy bien el tema y también entrevisté a su director al respecto.
Yendo un poco más a lo que nos atañe, hacer una lista de películas LGBT+ interesantes es bastante complejo, dado que las más conocidas no fueron hechas por personas de la comunidad. Es por esa razón que todavía no me animé a hacer un video de Youtube sobre el asunto, pero la lista de películas que estuve armando durante estos años ya está bastante pulida. Al hablar en este newsletter sobre solamente dos películas, distintas orientaciones sexuales e identidades van a tener que quedar afuera, pero para tratar de compensar estas ausencias mencionaré algunos títulos que me parecen interesantes. Si querés ver una película con un personaje bisexual como protagonista te recomendaría Cabaret (Fosse, 1972), si querés un personaje queer en el centro de la acción no está mal Titane (Ducournau, 2021). Si estás buscando personajes trans interpretados por personas trans la indicada es Tangerine (Baker, 2015) y si querés una con un personaje intersex podés acudir a XXY de la gran Lucía Puenzo. Hechas todas estas menciones, seguramente te diste cuenta que vamos a hablar de la “L” y la “G”.

La “L” y la “G”:
Las películas que elegí para esta edición son Yo, la peor de todas (Bemberg, 1990) y Happy Togheter (Wong, 1997).
De Yo, la peor de todas tengo el recuerdo de haberla visto en VHS (?) hace aproximadamente 9 años. Eso tengo que agradecérselo a mi profesora de Lengua, que en un colegio católico, decidió pasar una película sobre una monja del siglo XVII que se enamora de la Virreina de la Nueva España. La película de Bemberg, la mejor de todas, es una obra maestra: tanto por la fotografía del Chango Monti, el guión basado en un ensayo de Octavio Paz y por la gran actuación de Asumpta Serna. Yo, la peor de todas fue una película principalmente filmada en estudio, y por el maravilloso production value eso no se nota demasiado. Pensemos también que las monjas pasaban -y pasan- años dentro de conventos, por lo que la película no requería mucho de exteriores. Se puede decir que están encerradas. Y ese tema aparece en la película: Sor Juana decide "encerrarse" porque era la única forma en que podía estudiar. Aquí, la historia de amor es sutil y principalmente platónica, pero eso no significa que la orientación de los personajes quede oculta o escondida, sino lo contrario.

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Si la película de Bemberg, estaba ambientada en México durante el siglo XVII, ahora pegamos un salto temporo-espacial y nos vamos a Buenos Aires en los años noventa. Allí, un loco hongkonés decidió hacer una de las películas más bellamente filmadas de todos los tiempos. Aquí los protagonistas son una pareja gay hongkonesa que intenta recomponer su relación en Buenos Aires. El retrato de la relación y el afecto que tienen entre ellos resulta sincero y realista -no como el de Call me by your name (Guadagnino, 2017). No es o, al menos, no parece una película pensada desde una perspectiva heterosexual o masculina-femenina. Por otro lado, Buenos Aires está filmada de una forma que nunca pude imaginar y, bajo la perspectiva de un extranjero, parece una ciudad completamente diferente. El encargado de la fotografía fue el australiano Christopher Doyle, habitual colaborador de Wong. A Doyle le debemos In the mood for love y Chunking Express, pero también la remake de Psycho (Van Sandt, 1998). El australiano fotografió como nadie Puerto Madero, La Boca, Misiones, e incluso Rutas Provinciales. Dicho esto, con Happy Together no sólo tenemos una historia de amor poco idealizada, sino que también tenemos cierto ambiente onírico y por qué no, cine poético.

¿Qué une a ambas películas? Principalmente que ambas están filmadas en Latinoamérica y que nos llevan a escenarios prácticamente impensados. Quizás aproveché el contraste entre protagonistas masculinos y femeninos, pero ambas películas nos hacen entender qué es el cine: la posibilidad de pensar lo (hasta ahora) impensable. Ambos directores atravesaron diversas dificultades para llevar a cabo sus proyectos, pero lo que importó al final fue la determinación que tenían para contar sus historias. El resto fue historia.
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