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martes, 19 de junio de 2018

Kill Bill: Vol.1 - Apuntes Visuales:

Aunque no lo parezca, una de las obras maestras de Tarantino, cumple quince años. Si, se trata de aquella que cita al "viejo proberbio Klingon". 
Mucho se puede hablar de Tarantino, ahora principalmente en el foco por manejos poco éticos con Uma Thurman , o hasta el video de su repudiable defensa de Roman Polanski. 

Al mirar la película de nuevo, en una plataforma digital que tiene varias cintas del director, además de ver el penoso hecho que fue producida por Harvey Weinstein, hay muchas cosas para analizar.

Se suele hacer bastante hincapié en los homenajes que realiza el director a películas que miró en su juventud -de hecho la vestimenta de The Bride (Uma Thurman) recuerda a la que usó Bruce Lee en su última película por ejemplo-, a los actores y actrices que incluye, y a los dejos irónicos de la cinta -bastante apreciables en cuestiones de vestuario-. Aquí, humildemente, sólo analizaré algunas cuestiones visuales, que no surgen a priori y valen la pena percibir, de tan gloriosa cinta.



El ojo es un órgano entrenable a la hora de ver cine, y por lo tanto su ejercicio sea o no repetitivo -la repetición no es irrelevante para películas complejas- siempre es útil. Si hay algo evidente en esta película de Tarantino, son las tomas de pies. Aquí, se podría decir que tienen hasta una función central -cuando The Bride se recupera en la Pussy Wagon luego de salir del coma-.
Algo que en base a esa "trademark" quizás se pierda son cierta repetición de planos cenitales. Estos, no sólo utilizados acompañando unos planos secuencia de una movilidad envidiable, nos dan una consciencia de la inmensidad del espacio donde trascurren las acciones, a la vez que cierto ritmo a la edición, y presentan una evidenciación de la devastación o violencia de los eventos. Esta sensación de inmensidad también se complementa con planos generales bastante lejanos -el más marcado está en la pelea entre O-Ren (Lucy Liu) y nuestra Black Mamba.

La construcción de la espacialidad de House of Blue Leaves es sencillamente
magnífica. Casi que conocemos cada habitación del establecimiento, que
pasa rápidamente de tener a 5.6.7.8's tocando, a estar poblado poblado por los
Crazy 88, el ejército yakuza de O-Ren. 
Los planos detalle adquieren un nivel de sutileza -ya es hora de mencionar al director de fotografía, Robert Richardson, que merece laudos- como de expresión subjetiva maravillosos. Tal subjetividad y minuciosidad expresada también mediante una edición mayormente frenética, aunque a veces pausada, y primeros planos. No resulta ocioso destacar con una función similar a los pocos primerísimos primeros planos que vemos. Se puede pensar que hay una subjetividad predominantemente "femenina" -aún si es lograda o no-, aunque también resulta interesante el traslado hacia la visión del Ranger, Earl McGraw (Michael Parks), quien investiga la masacre de la capilla -hay una ocularización interna secundaria magnífica en su escena, cuando la pantalla cambia de color, al sacarse el protagonista sus anteojos de sol- .

Casi profundidad de campo cero en este plano detalle. Tiene la belleza, además
de ser a su vez un plano subjetivo. Vemos mediante la perspectiva de The Bride,
como va a recibir un disparo por parte de Bill (David Carradine). 
Kill Bill: Vol. I es una película intertextual, no solo por sus referencias a géneros y películas, sino por lo versátil de su forma. Tenemos no sólo fragmentos en blanco y negro bellísimos, sino que tenemos una parte animada: aquella que cuenta la trágica muerte de los padres de O-Ren, con una música de una solemnidad y epicidad legendaria.
La muerte de los padres de O-Ren posee un sadismo que resulta fuerte, independientemente de cuantas veces se halla visto la cinta. Y claro, hay uno de los elementos típicos de Tarantino: la estetización de la sangre. Tal elemento es central y repetitivo en la película, para mostrar que "la venganza es un plato mejor servido frío" -Bride no muestra piedad alguna frente a quienes no la tuvieron con ella- y el filo de la katana de nuestra protagonista. Cantidades de sangre ingente producto de amputaciones salen de cuerpos moribundos, con cierta gracia irónica.

El blanco y negro logra una expresividad contundente. Esta
fotografía, de la primera escena de la película, realmente resulta
muy shockeante, y es difícil de olvidar cuando se la ve por primera vez.
Esta escena marcará el tono de la película, a modo de alerta, quizás.




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